Aunque no nos guste admitirlo, a veces es necesario que Dios use una tragedia para quitarnos nuestro egocentrismo o cualquier otro pecado. Las dificultades inesperadas, a menudo, traen consigo un tiempo de intensa claridad en el que el Señor nos quita algo de valor para nosotros, con el fin de que reenfoquemos nuestra mente en Él.
Vemos esto claramente en el pasaje de hoy. Aquí, una vez más, los israelitas se están quejando. Dios los había llevado a tomar un camino largo desde el monte de Hor, para que evadieran a los edomitas. Sin embargo, el pueblo se impacientó por el largo viaje, y comenzó a murmurar y a quejarse de Moisés y de Dios. Sus mentes se habían alejado del Señor; por tanto, era necesario que Él recuperara su atención.
Es interesante que Dios no decidiera hacerlo por medio de una bendición o de otra gran señal milagrosa. Al fin y al cabo, los israelitas lo habían visto hacerlo muchas veces. En vez de ello, Dios envió serpientes venenosas al campamento, causando la muerte de muchas personas. ¿Cuál fue la respuesta del pueblo? Inmediatamente confesaron su pecado, y pidieron a Moisés que intercediera por ellos ante el Señor. Aunque fue una lección costosa para su comunidad, este hecho hizo que le prestaran atención a Dios.
El hablar por medio de una tragedia es una manera sumamente personal que Dios utiliza para comunicarse con su pueblo. Aunque no podemos presumir de saber lo que Dios está tratando de decir a otras personas por medio de sus sufrimientos, debemos hacer frente a nuestras propias aflicciones buscando saber cuál es el propósito y la enseñanza que Dios tiene para nosotros.
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