Muchas personas nunca se han dado cuenta de que la pereza es un pecado. Pero, al igual que cualquier otra mina terrestre, tiene el potencial de hacer daño y destruir vidas. Estar constantemente ocioso y ser improductivo es contrario a las enseñanzas de las Sagradas Escrituras. Y todo lo que vaya en contra de la Palabra de Dios es pecado. En la parábola de los talentos, dijo Jesús del siervo que había enterrado el dinero de su señor: “¡Siervo malo y perezoso!” (Mt 25.26 NVI). El Señor puso tanto a la maldad como a la pereza en la misma categoría indeseable.
El libro de Proverbios nos da una descripción de la persona perezosa. Primero, carece de decisión; es alguien que posterga lo que tiene que hacer (Pr 20.4). Segundo, utiliza cualquier excusa para evitar trabajar (Pr 22.13). Tercero, desperdicia el tiempo (Pr 6.9-11). Y, por último, la persona perezosa es negligente y descuidada (Pr 24.30-32).
La pereza no se ajusta a lo que somos como creyentes. Nuestro Padre espera de nosotros que vivamos con determinación, y que trabajemos con diligencia; ser perezosos y hacer mal las cosas daña nuestro testimonio. Proverbios 25.19 advierte: “Como diente roto y pie descoyuntado es la confianza en el prevaricador en tiempo de angustia”. Una persona no confiable deja las tareas sin terminar y, como resultado, es un pésimo testigo para Cristo.
Tenemos la maravillosa oportunidad de participar en la obra de Dios, y eso incluye actuar bien como una demostración de obediencia. Decida trabajar para Él hoy.
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