Los creyentes han nacido a una esperanza viva; en cambio, las personas sin Cristo no tienen una base para sus deseos y expectativas. Muchas viven con un falso sentimiento de seguridad; creen que lo importante en esta vida es lo físico y lo material. Pero no hay ninguna seguridad en esas cosas (1 Ti 6.9). Quienes prefieren la riqueza y la salud antes que a Dios, descubren que sus sueños no se cumplen, o que no satisfacen.
Los creyentes anclan su esperanza en la sólida roca que es Jesucristo. Pues las palabras del Señor son verdaderas, y sus promesas se cumplen invariablemente. A veces veo personas que descargan sus deseos sin cumplir en Dios, y luego se quejan de que Él les falló. Pero los cristianos que hacen una petición y se someten siempre a la voluntad de Dios, recibirán respuesta: sí, no, o espera.
El Señor no defrauda a quienes buscan hacer su voluntad. Pero no malentienda esta afirmación. Puede ser que nos sintamos temporalmente decepcionados cuando algo que esperamos no está dentro del plan de Dios. Pero Él no incumple la promesa de dar a sus hijos lo mejor (Is 48.17; 64.4). Cuando una puerta se cierra, hay otra a punto de abrirse con algo mejor detrás de ella. El Señor no puede ser superado en generosidad. Lo que Él nos tiene reservado es mucho más de lo que somos capaces de desear. La mejor opción para el cristiano es fijar su esperanza en el Señor Jesucristo.
Acepte todo lo que se ajuste a la voluntad de Dios para su vida, y aléjese de todo aquello que no sea así. Las circunstancias pueden cambiar, pero Cristo nunca cambia. Él es esperanza viva que nunca defrauda.
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