Una persona que no ora es una persona sin poder.
Leer | Santiago 5.13-18
16 de abril de 2015
¿Alguna vez ha visto usted a un corredor cerca del final de una carrera? Cada músculo se tensa por el deseo del atleta de llegar primero. Esta es la misma clase de deseo ferviente que Dios quiere ver en la vida de oración del creyente. “La oración eficaz del justo puede mucho” (Stg 5.16).
A veces, los creyentes usan ciertas frases clave —“en el nombre de Jesús” o “si es tu voluntad”— como si tales expresiones tuvieran un poder mágico. Las personas se convencen de que si utilizan una frase especial, Dios seguramente estará encantado y responderá su petición. Pero el poder no se encuentra en las palabras que decimos, porque el Señor no puede ser obligado a hacer nada que esté fuera de su voluntad. El poder de la oración está en la respuesta de Dios. Él responde a las peticiones de los justos liberando su poder sobrenatural.
Una persona que no ora es una persona sin poder. Cuando dedicamos poco tiempo a la comunicación con el Padre celestial, no podemos esperar ver resultados asombrosos. El poder de Dios se libera en respuesta a nuestro deseo ferviente de recibir su ayuda. Un creyente que tiene fe está decidido a orar hasta obtener respuesta, no importa los obstáculos que Satanás ponga. Se detiene solo cuando Dios responde, o cuando el Padre celestial indique claramente que la petición está fuera de su voluntad.
Los creyentes sabios dedican tiempo y energías a las peticiones de gran importancia. Por nuestra relación con Cristo, hemos sido perdonados, lo que significa que tenemos la oportunidad de comunicarnos con el Señor mediante la oración.
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