Cuando nos convertimos en seguidores de Cristo, nuestra visión de la vida debe cambiar. Ya no somos el centro de nuestro mundo, sino Cristo (Gá 2.20). Es esencial que cambiemos nuestra manera de pensar para tener una cosmovisión cristiana, porque lo que creemos dicta nuestra conducta. Muchos tenemos una cosmovisión en la que hemos tomado ciertas verdades de la Biblia, algunas de nuestra crianza y otras de nuestra cultura para determinar lo que creemos, sin ni siquiera estar conscientes.
Como creyentes, debemos escudriñar las Sagradas Escrituras para encontrar respuestas a todas las preguntas de la vida. ¿Dé donde vine? (Gn 1). ¿Qué sucederá cuando muera? (Jn 14.1-4). ¿Por qué la conducta humana es como es? (Ro 3.9-18). ¿Cómo saber si algo es bueno o malo? (2 Ti 3.16). ¿Para qué fue hecho el hombre? (Is 43.7). Si tenemos las respuestas bíblicas —una cosmovisión cristiana— pensaremos y nos conduciremos de maneras que glorifiquen más a Dios.
Pero la pregunta más importante es ¿qué le importa a Dios? Por la Biblia sabemos que toda la naturaleza declara la gloria de Dios; que el propósito principal del hombre es glorificar a Dios; y que la misión de Jesús en la Tierra reveló la gloria de Dios. Entonces, lo que más le importa a Dios es su gloria.
¿Le sorprende esto? Llegamos a creer que el mundo gira a nuestro alrededor, y que la obra de Dios tiene solo que ver con nuestras necesidades, deseos y placeres. Pero la verdad es que la vida gira alrededor de Dios y de su gloria. Postrémonos humildemente delante del Señor, cambiemos nuestra manera de pensar, y unámonos a Él en pos de su gloria.
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