Dios es el Único que jamás defrauda. Desde el comienzo del tiempo, su Palabra se ha mantenido fiel. Cada profecía es una promesa que ha sido o será cumplida.
Tal vez las más grandiosas de estas profecías fueron las referentes al Mesías, cuya venida había anhelado el pueblo de Dios a lo largo de los siglos. Muchos profetas hablaron acerca del Ungido (2 S 7.12-16; Is 7.14; 9.6; Dn 9.25; Mi 5.2). Aunque no hubo ninguna profecía más sobre este tema durante los cuatro siglos previos al nacimiento de Cristo, cuando llegó el tiempo señalado, Jesús vino para reconciliar a la humanidad con el Padre.
Seguramente la gente debió haberse preguntado si el Salvador vendría alguna vez. Después de todo, 400 años es mucho tiempo para esperar sin ninguna palabra. Pero, como lo demuestra la historia, Dios nunca incumple sus promesas. Él es fiable, aunque su cronograma sea diferente a nuestras expectativas.
Sabiendo esto, podemos leer con confianza las seguridades que se encuentran en las Escrituras. Por ejemplo, si creemos en Jesús como nuestro Señor y Salvador y decidimos obedecerle, la Biblia promete que seremos salvos. Podemos estar seguros de que hemos sido perdonados y redimidos. Es más, nada puede separarnos del amor de Dios (Ro 8.38, 39), y podemos confiar en que Él dará todo lo necesario para cumplir su propósito en nuestra vida.
Estos son solo tres promesas fundamentales; la Palabra de Dios contiene muchas más. Medite acerca de la fidelidad de Dios durante los tiempos bíblicos y en su propia vida, y entienda que Él también será fiel en el futuro.
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