A pesar de que el Señor derrama su bondad sobre todas las personas, la capacidad de percibirla y disfrutarla está limitada por la negativa a adorarle como Dios. Para experimentar la plenitud de su bondad, debemos honrarlo eligiendo el camino de la sumisión y la obediencia a Él. El Señor jamás negará el bien a los que andan en integridad con Él.
Con amor y sabiduría, el Padre ha creado específicamente una senda para cada uno de sus hijos. Porque no hay dos personas iguales, cada senda se verá diferente. Lo que puede ser mejor para una persona, puede no ser bueno para otra. La comparación de los caminos de Dios en vidas diferentes solo conducirá al desaliento y a hacer juicios equivocados. No tenemos ni la sabiduría ni la perspectiva para entender por qué el Señor conduce a algunas personas por sendas de dolor y adversidades, pero podemos saber que Él siempre es bueno.
Cada paso en la senda de Dios representa una decisión deliberada de seguirlo. Por mirar a nuestro alrededor en vez de fijar nuestra mirada en Jesús, podemos pensar que nos estamos perdiendo de algunas experiencias o cosas realmente buenas. Si dejamos la senda del Señor para seguir un camino que se ve mejor, perderemos sus buenas bendiciones y descubriremos, como Adán y Eva, que cualquier otro camino lleva a la perdición.
Tome tiempo para preguntarse regularmente: ¿Estoy en la senda que el Señor ha elegido para mí, o he tomado un desvío para seguir otra dirección que parece buena? Hacernos nuestro propio camino y hacer caso omiso de la bondad y la abundancia de su senda es una locura. Solo Dios conoce el camino que debemos tomar.
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