Tuesday, September 8, 2015

NUESTRA AYUDA EN LA DEBILIDAD | Dr. Charles Stanley

El Espíritu Santo no se suma a nuestras fuerzas. Por el contrario, Él nos da las fuerzas que necesitamos para hacer frente a cualquier reto.

Leer | Juan 14.16, 17

8 de septiembre de 2015

Después de la última cena, Jesús dedicó un tiempo para enseñar más a los discípulos sobre su misión, y lo que pasaría después que dejara la Tierra. Sabía que los momentos más sombríos de sus vidas estaban por delante. Experimentarían desesperanza por su muerte, gozo por su resurrección y tristeza por su partida. También estaba consciente de que dar testimonio de su vida retaría la fe de ellos. Por tanto, en Juan 14.16-31, les prometió un Ayudador que estaría al lado de ellos en las pruebas que vendrían.

Muchas veces enfrentamos la vida confiando en nuestro ingenio y en nuestras habilidades para salir adelante. Pero al decidir seguir al Señor, aceptamos que somos más débiles de lo que podríamos haber imaginado, pero por medio del Espíritu Santo somos más fuertes de lo podríamos haber soñado.

No importa que nuestra lucha sea espiritual, emocional o física, podemos confiar en la ayuda del Espíritu Santo. Pablo nos da un ejemplo de cómo es esto. Cuando lidiaba con el dolor de un padecimiento físico, el apóstol oró al Señor para que le quitara lo que él llamó un “aguijón en la carne”. Pero en vez de eso, Dios le dijo: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Co 12.9).

Muchos cristianos tienen la idea errónea de que Dios nos ayuda solo cuando hemos hecho todo lo que está en  nuestras manos. En realidad, su Espíritu no se suma a nuestras fuerzas. Por el contrario, cuando reconocemos que somos impotentes para ayudarnos a nosotros mismos, el Espíritu Santo nos da las fuerzas que necesitamos para hacer frente a cualquier reto, con confianza absoluta en Dios.

 

Biblia en un año: Ezequiel 37-39

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