El discernimiento espiritual nos protege del engaño. El pecado se disfraza para parecer tentador y atractivo; si pensamos que lo que se ve y se siente bien tiene que ser bueno, entonces estamos en peligro de ser engañados por el enemigo. Cuando Satanás nos tienta, nunca menciona las consecuencias o efectos negativos.
Discernimiento espiritual es la capacidad que nos ha dado Dios para juzgar lo que es bueno o malo. Nos protege del sufrimiento que acompaña a la desobediencia. No hacer caso a la agitación que se produce en nuestro espíritu —a la que llamo “estática espiritual”— es un paso en la senda del pecado. Cuando buscamos una estación de radio, queremos una recepción clara. Lo mismo sucede en nuestra vida. Necesitamos tener una clara conexión con el Espíritu Santo para tener paz, y seguridad de que estamos haciendo lo correcto, alineados con la voluntad de Dios.
A veces, una oportunidad nos parece inofensiva o atractiva. Pero si el Espíritu Santo nos envía una señal de alto, no nos aventuremos; por alguna razón, Dios no quiere que sigamos adelante. Y aunque podemos especular, es posible que nunca sepamos qué peligro evitamos por haber sido obedientes.
El pecado no parece, al comienzo, la horrible y engañosa desobediencia que es; por el contrario, viene envuelto en un paquete bonito que es difícil resistir. Los hijos de Dios pueden ver más allá del brillo y de la belleza falsa si deciden escuchar al Señor. Esta sabiduría espiritual solo viene de un corazón limpio y de un espíritu de discernimiento. Un creyente inteligente es aquel que hace de la oración, del arrepentimiento y de la capacitación bíblica, parte regular de su vida.
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