Nuestro deseo como padres cristianos es ayudar a nuestros hijos a convertirse en hombres y mujeres de Dios. Queremos que sepan que el Señor tiene un plan para ellos, y que son responsables ante Él.
Recuerdo que enseñé a mis hijos, desde muy pequeños, estas importantes verdades, porque quería que su manera de pensar y sus decisiones fueran conformes a los preceptos de la Biblia. Después de declararles la voluntad de Dios, les decía que tendrían que rendir cuentas al Señor por sus conductas, como lo hacían con su madre y conmigo. Si los niños creen que su responsabilidad es solo con sus padres, cuando no estén con mamá y papá es probable que piensen que no tienen que responder ante nadie más.
Cuando mis hijos objetaban mis decisiones, les decía que hablaran con su Padre celestial al respecto. Con el tiempo, desarrollaron la costumbre de hablar las cosas con Él. Esta enseñanza se volvió muy importante en sus años de adolescencia. En vez de darles un rápido “no” a algunas de sus peticiones, les decía: “Pregúntenle a Dios qué quiere que hagan. Lo que ustedes decidan, yo lo aceptaré”. Sabía que era arriesgado, pero tenía que confiar en el Señor, y darles a mis hijos la oportunidad de practicar lo que les había estado enseñando: que eran responsables ante Dios.
Instruir en la piedad comienza antes de que los niños tengan una relación personal con Cristo. Debemos continuar el proceso siendo modelos de rectitud toda la vida. Los niños necesitan conocer el plan del Señor para ellos, y saber que son responsables ante Él. También necesitan padres que intercedan en oración a favor de ellos delante del Señor.
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