Dios quiere que sus hijos pidan lo que está en sus corazones, porque Él se deleita en dar. Aun más, quiere tener comunión con nosotros. ¡Qué gozo podemos tener cada vez que nos reunimos con nuestro Padre celestial mediante la oración!
El privilegio de la oración se basa en la relación que tenemos con Dios por medio de su Hijo Jesucristo. Solo quienes somos parte de la familia de Dios podemos decir que Él es nuestro Padre (Jn 1.12), y recibir respuesta a la oración. Él no promete esto a los incrédulos. La única excepción es el pecador que pide perdón y recibe a Jesucristo como su Salvador y Señor. Su oración siempre es respondida con la salvación, conforme a su promesa (Ro 10. 9).
En el Sermón del monte, Jesús usa tres verbos para describir la oración: pedir, buscar y llamar. Note la progresión en la intensidad: petición, búsqueda y acción. La oración es más que presentar peticiones a Dios. Implica buscar que su voluntad guíe nuestras súplicas. Significa “tocar la puerta” explorando diferentes soluciones, y recibir el consejo piadoso para ayudarnos a determinar el sentir de nuestro Señor. Jesucristo prometió que recibiremos y encontraremos, y que Dios nos abrirá la puerta. Tenemos su garantía de que el Señor responderá, y lo que Él hace es bueno.
Orar es sencillo, pero a veces nos resulta difícil hacerlo. Tratamos diferentes métodos, pero a menudo nos sentimos insatisfechos, y nos preguntamos si nuestras oraciones están teniendo algún efecto. Pídale al Señor que le enseñe más acerca de la oración bíblica. Ponga en práctica lo que aprenda, ¡y espere su respuesta con confianza!
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