Nuestro Padre celestial desea que crezcamos espiritualmente. Él nos pone en una escuela de fe, por así decirlo, para enseñarnos a seguirle. Ayer hablamos de la disciplina de escuchar a Dios. Hoy veremos cuatro prácticas más que son necesarias para vivir en Cristo.
Primero, el Señor quiere que lo obedezcamos. Algunas de sus enseñanzas son fáciles de seguir, mientras que otras son difíciles. Elegir nuestro camino puede hacernos sentir bien al comienzo, pero el resultado siempre es lamentable. En cambio, cada acto de obediencia edifica la fe.
Segundo, el Señor nos enseña a depender de Él. De hecho, a veces nos llama a la acción en áreas que parecen humanamente imposibles. Por ejemplo, perdonar un acto de atrocidad es algo que consideramos más allá de nuestra capacidad. Pero, cuando no podemos realizar lo que Él demanda, confiamos en que su poder nos lo permitirá.
Tercero, nuestro Padre celestial quiere que esperemos en Él. El camino de Dios es lo mejor, y Él desea que confiemos en su voluntad y seamos pacientes.
Cuarto, la Biblia nos enseña que confesemos nuestros pecados a Dios, que nos arrepintamos y que aprendamos de ellos. Dios no espera perfección de nosotros, pero sí quiere ver una respuesta saludable a nuestras faltas.
El Padre celestial quiere que sus hijos tengamos una vida abundante y significativa. Por esta razón, envió a su Espíritu Santo a morar en nosotros, a equiparnos y a darnos poder para que podamos alcanzar nuestro mayor potencial. Podemos elegir cooperar con este plan o vivir apartados de lo que Él tiene para nosotros.
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