Como vimos ayer, Dios nos dice que rindamos nuestra vida a Él. Esta no es una tarea fácil. Todos nuestros planes, todos los deseos que sentimos, cada derecho que una vez pareció ser nuestro, todo es puesto a un lado para dar paso a la voluntad de nuestro Rey. Pero quizás usted se ha preguntado por qué nos pide Dios esto. El Señor tiene pleno derecho a exigirnos que le demos nuestro todo.
Primero, las Sagradas Escrituras nos enseñan que Él es el Rey soberano del universo entero (Sal 135.6). Por eso, estamos bajo su autoridad, ya sea que decidamos someternos a Él o no. Luego, por medio de su muerte y resurrección, el Señor Jesús nos salvó del pecado y sus consecuencias. Por tanto, nuestra deuda con Él es impagable. Por último, Él nos sostiene; debemos considerar cada respiración y cada latido del corazón como un regalo de Dios.
Sin duda, el Señor tiene derecho a pedirnos que rindamos nuestra vida a Él. Al mismo tiempo, la entrega nos conviene. El Padre celestial promete que obedecerle lleva a la esperanza y a un futuro seguro. Salmo 31.19 dice: “¡Cuán grande es tu bondad, que has guardado para los que te temen!” Así que, aunque Él es el Todopoderoso, con toda la autoridad para exigir nuestra vida, promete cuidar de nosotros y hacer lo que más nos favorecerá.
¿Está usted dispuesto a obedecer a Jesús? Su camino es el mejor y ofrece esperanza, gozo y paz. No siempre nos gustará lo que Él decida hacer, pero promete disponer todas las cosas para nuestro bien. ¿Quisiera usted confiar en Dios lo suficiente como para entregarle su vida?
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