Todos conocemos personas que padecen enfermedades, crisis económicas o algún tipo de dificultad. ¿Cómo debemos reaccionar a dichas situaciones a la luz de lo que enseña la Biblia sobre la bondad de Dios, y de la expresión de su bondad para con nosotros?
En primer lugar, la naturaleza de Dios es perfecta, y todo lo que Él hace es recto (Dt 32.4). Él es “misericordioso y clemente … y grande en misericordia” (Sal 103.8). Por su naturaleza, Dios es bueno. En segundo lugar, nuestro Padre celestial expresa su bondad basado en su propósito de conformarnos a la imagen de Cristo (Ro 8.29). Desde la perspectiva del Señor, todo lo que encaja en su plan es provechoso para nosotros.
La mayor demostración de la bondad del Señor se ve en la vida y muerte de su Hijo. Jesús dejó su hogar celestial, tomó la forma de hombre, padeció y murió en lugar nuestro para que pudiéramos ser perdonados (Fil 2.6-8). Por lo que nuestro Salvador padeció, hemos sido adoptados en la familia de Dios, y el cielo es nuestro hogar eterno.
En el momento de la crucifixión de Cristo, los discípulos no podían ver nada beneficioso en ella. Solamente sentían un gran pesar. Pero sabemos que Dios dio a su propio Hijo para que podamos ser salvos (Ro 8.32).
Nuestra definición de la vida buena probablemente incluiría éxito material, buena salud y ausencia de problemas —las cosas que nos hacen felices ahora. Pero Dios tiene una perspectiva eterna, y Él siempre obra para llevar a cabo su plan a largo plazo para nosotros. Podemos confiar en su bondad aun en momentos de oscuridad.
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