La santificación es el proceso que Dios usa para conformar a los creyentes a la imagen de su Hijo. Los escritores de la Biblia utilizaron imágenes que hablan del trabajo de moldeado de Dios en la vida de sus santos. Isaías, por ejemplo, comparó al Señor con un artista alfarero: “Nosotros [somos] barro, y tú el [alfarero] que nos formaste […] obra de tus manos somos” (Isaías 64.8). Algunas de las herramientas que Él utiliza para moldearnos y perfeccionarnos son:
La Biblia. El salmista describe a la Palabra de Dios como “lámpara a mis pies y lumbrera a mi camino” (Salmo 119.105). El Espíritu Santo ilumina lo que leemos, para que nos arrepintamos de nuestros pecados y crezcamos en nuestra fe.
La iglesia. Como parte del cuerpo de Cristo, aprendemos las cosas de Dios por medio de la enseñanza del pastor y de los maestros que han sido llamados a servir y a enseñar. El Padre celestial también llama a sus hijos a tener comunión unos con otros (He 10.25), en parte para poder utilizarlos en el proceso de santificación de cada uno de ellos.
El sufrimiento. Dios nos ofrece generoso consuelo y ayuda en tiempos de dificultades, pero también usa nuestras circunstancias dolorosas para moldearnos. Cuando nos sometemos a la obra que Él está haciendo, emergemos de nuestras luchas pareciéndonos más a Cristo.
Desde el mismo momento en que una persona deposita su confianza en el Señor Jesucristo, la obra de Dios santificadora se volverá evidente en su vida. Como hijos del Rey, debemos glorificarlo siendo un reflejo fiel de Él. Y para lograrlo, lo único que debemos hacer es dejarnos moldear con sus herramientas de santificación.
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